La Transición Energética es el proceso por el cual se está llevando a cabo un cambio profundo en el modelo energético actual, que depende en gran medida de las fuentes de energía no renovables (como el petróleo, el carbón y el gas natural), hacia un modelo más sostenible y eficiente, basado en el uso de energías renovables como la solar, la eólica, la biomasa y otras fuentes limpias. Este proceso no solo busca reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y frenar el cambio climático, sino también mejorar la eficiencia energética, promover el uso responsable de los recursos y garantizar el acceso a una energía más limpia y accesible para las generaciones futuras.
El modelo energético tradicional se basa en la explotación de combustibles fósiles (petróleo, gas natural y carbón) que, aunque han sido la base del desarrollo económico y social durante más de un siglo, tienen graves consecuencias para el medio ambiente y la sociedad. Estos combustibles no solo son finitos y se están agotando, sino que su uso genera enormes cantidades de emisiones de CO₂ y otros gases de efecto invernadero que contribuyen al calentamiento global y a la contaminación del aire.
La transición energética busca reemplazar estas fuentes contaminantes y limitadas con energías que son limpias, renovables e inagotables. Las más importantes son:
El objetivo es que estas energías renovables reemplacen progresivamente a los combustibles fósiles en la generación de electricidad, calefacción, transporte y otros sectores.
Uno de los principales motores de la transición energética es la lucha contra el cambio climático. La quema de combustibles fósiles es responsable de la mayor parte de las emisiones de dióxido de carbono (CO₂), el principal gas de efecto invernadero que atrapa el calor en la atmósfera y provoca el aumento de las temperaturas globales. Este fenómeno está generando un cambio climático sin precedentes, con consecuencias como:
La transición energética es fundamental para reducir las emisiones de CO₂ y cumplir con los compromisos internacionales, como los establecidos en el Acuerdo de París, que busca limitar el aumento de la temperatura global a menos de 2 °C, y preferiblemente a 1,5 °C, por encima de los niveles preindustriales.
Además del cambio de fuentes de energía, la transición energética también pone énfasis en mejorar la eficiencia energética, es decir, en usar menos energía para producir el mismo resultado. Esto implica:
Mejorar la eficiencia energética reduce la necesidad de energía total, lo que facilita la integración de las renovables y disminuye la presión sobre los recursos naturales.
El concepto de sostenibilidad es fundamental en la transición energética. A diferencia de los combustibles fósiles, que no son renovables y cuya extracción y uso tienen impactos negativos sobre el medio ambiente (contaminación del aire, destrucción de ecosistemas, agotamiento de recursos), las energías renovables son limpias y sostenibles a largo plazo. Esto significa que podemos utilizarlas sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer sus propias necesidades.
Además, el uso de energías renovables implica una menor dependencia de recursos finitos, lo que protege los ecosistemas y contribuye a la conservación de la biodiversidad. Por ejemplo, los parques eólicos o solares pueden convivir con la naturaleza si se diseñan de manera adecuada, y las energías como la solar o la eólica no emiten gases de efecto invernadero durante su operación.
Otra característica importante de la transición energética es la descentralización. En el modelo tradicional, la energía se genera en grandes plantas que suelen estar lejos de los centros de consumo, lo que implica pérdidas significativas en la transmisión y distribución. Con las energías renovables, es posible generar electricidad a nivel local o regional, lo que aumenta la eficiencia y permite a las comunidades ser autosuficientes energéticamente.
Por ejemplo, muchas comunidades están implementando proyectos de comunidades energéticas, en las que los ciudadanos instalan paneles solares o aerogeneradores y gestionan colectivamente la producción y el consumo de energía. Esta descentralización también democratiza el acceso a la energía, reduciendo la dependencia de grandes empresas energéticas y permitiendo a las personas tener más control sobre su propio suministro.
Aunque la transición energética es necesaria y ofrece muchos beneficios, también enfrenta importantes desafíos:
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